lunes, 11 de agosto de 2008

Guarden los teléfonos

"Si apagan los celulares, quizás puedan disfrutar del show", dijo Björk en pleno concierto, el año pasado en nuestro Gran Rex. Cansada de esos aparatitos que no dejaban de retratarla o filmarla, la islandesa paró la canción que estaba interpretando para rogar que hicieran valer el dinero de la entrada de otro modo.
Desde hace unos 4 o 5 años, cada vez que fui a un recital -de esos en los que la gente está sentada, obvio, como Jethro Tull por ejemplo- no pude evitar compadecerme de los pobres tipos que lo único que hacen es sostener el telefonito en alto para retratar a quien está en el escenario, cuando (me parece) lo verían mejor con sus propios ojos, y no a través de una pantalla. Para eso, es mejor esperar el material de algún otro bobo que lo grabe y bajarlo de Youtube.
¿Qué lleva a la gente a dejar de lado la emoción de tener enfrente a ese que sólo ves en las revistas o la tele, y pasarse la noche filmándolo o sacándole fotos? ¿Por qué ese afán por dejarlo todo registrado?
Si hay algo que envidio en cualquier acontecimiento es el famoso "yo estuve ahí...": el que vio a Sumo, el que fue al show de McCartney en River, el que vio a Almendra en un teatrito de mala muerte, el que estuvo en Obras en 1987 para el primer show argentino de Ramones, inclusive el que fue a algún partidazo de fútbol... Todos sucesos con muy pocos registros audiovisuales, lo que los hace aún más especiales. En un futuro cercano, ese componente se perderá por completo, debido a que TODO podrá ser visto u oído.
Tal vez la frase se modifique: "Yo no estuve ahí, pero me lo pasó un amigo por mail". Si es mejor o peor, es opinable, yo prefiero la envidia que me produce saber que alguien vio algo que yo me perdí, y la pequeña gran satisfacción de exclamar "yo estuve ahí...".